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Una barca amarrada en aguas tranquilas es una visión silenciosa que apela a la sencillez. Nada se interpone para su contemplación, y si partimos con la mirada desde el cordel de amarre cruzamos el ancho del cuadro hasta el fondo de la composición. El bote ofrece dos imágenes: una nítida y otra sugerida. Por medio de la primera, podemos conocer al detalle la cantidad de tablas que componen su estructura exterior y un fragmento de su sentina. No sólo esta amarrada, sino que la ausencia de remos nos indica su imposibilidad de navegar. Por la segunda, todos los elementos nítidos se disgregan. Ya no vemos su realidad sino una nueva, creada por la distorsión de su morfología. Así también pueden ser las interpretaciones imaginarias de su función: ser utilizada para la pesca, o para trasladar a los isleños hasta la costa; pero también puede ser la barca de Caronte, quien en la mitología griega era el viejo barquero que transportaba las almas de los muertos por la laguna Estigia hasta la morada de Hades, el dios de la muerte. A la manera de un sueño, los factores de la realidad actúan como disparadores de la imaginación y la fantasía.

Sapollnik, Julio. El Libro de Oro del Arte Argentino The Golden Book of Argentine Art. Buenos Aires: Ediciones Institucionales, 2007.

 
 
 
© 2009 Mirta P. Sanchez